EN SEPIA






A los diez años junto a Pancho el primo favorito, vimos llorar al vecino. Incendios se habían propagado por toda la región durante el verano, el fuego arrasaba con todo a su andar y nuestras casas feas comenzaron a correr peligro. El hombre de no más de 35 años, no paraba de llorar, cuando nos acercamos, él tenía una liebre en sus manos que acariciaba suavemente para poder apaciguar el dolor del animal, había escapado del fuego y su piel ya estaba extinta, marcas rojas y negras marcaban su cuerpo, miraba a la liebre como a un niño. A los minutos llegó una cantidad inmensa de roedores muriendo de sed, uno a uno caían muertos y despellejados. El vecino no paró de llorar hasta que cada liebre dejó de respirar. Corrió hacia su casa, al regresar noté su cuerpo delgado, atlético y moreno, camisa desabotonada y un jeans cortado con hilachas, regresaba con una cámara negra rectangular de rollo. Fotografió al primer animal, después nos hizo tomar a muchos otros en nuestras manos y nos fotografió repetidas veces, parecía que debía guardar el dolor ahí en la máquina. Fue la primera vez que me enamoré de un hombre mayor, fue la primera vez que vi la muerte, fue la primera vez que me tomaban una fotografía.

Del libro "La edad de los árboles" 2017. Pudú ediciones

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